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Biocombustibles: el futuro llegó, pero queda mucho por resolver antes de cantar victoria

El mundo se reconfigura con nuevos paradigmas productivos, a partir del uso y de la transformación de recursos biológicos entre los que figura la caña de azúcar. La cuestión es encontrar el punto justo para que Tucumán encaje en este escenario y para eso se necesitan marcos legales, políticas acertadas, previsibilidad económica e inversiones. La industria sabe que este es un paso que no tiene vuelta atrás.

La caña es mucho más que azúcar. El cultivo por excelencia del NOA cuenta con un enorme potencial para el desarrollo de nuevos negocios, especialmente en materia energética. A medida que el mundo acelera sus metas de reducción de gases de efecto invernadero, las bioenergías cobran preponderancia ya que contribuyen a remediar daños derivados del uso de combustibles fósiles. Y Tucumán, principal productor de caña del país, cuenta con condiciones óptimas para la producción de biocombustibles como el bioetanol. Su uso se impone como una opción sustentable en un mundo que exige respuestas cada vez más eficientes y amigables con el medioambiente. Desde 2006, se encuentra vigente en Argentina el Programa Nacional de Biocombustibles. Claro que los Gobiernos ya había impulsado políticas en este sentido, aunque en circunstancias diferentes. Por ejemplo, el ingeniero mecánico Santiago Paz Brühl, especialista en bioenergías renovables, recordó que el Plan Alconafta nació en 1978 luego de dos crisis mundiales: la de los misiles, con el bloqueo de Estados Unidos a Cuba (1962) y la del petróleo (1973). Paz Brühl explicó que, en el primer caso, con el mayor productor mundial fuera del mercado, los azucareros de Argentina y del mundo vieron esto como una oportunidad y ampliaron su capacidad de producción de manera masiva. Pero al cabo de dos años se inundó el mercado, se derrumbaron los precios y no supieron manejar adecuadamente los excedentes, lo que derivó en una situación traumática como fue el cierre masivo de ingenios en 1966. En el segundo caso también se disparó el precio de los commodities y los azucareros volvieron a ampliar las producciones, pero a partir de 1975 se derrumbaron nuevamente los precios a nivel mundial. En ese contexto, con un supuesto faltante de petróleo y un excedente de unas 500.000 toneladas de azúcar en el país, se comienza a gestar el Plan Alconafta: sustituir con alcohol el eventual faltante de naftas (corte del 15%). “Si bien se le dio una salida a los excedentes, cosa que no hubo en el 66, la ecuación económica no cubría los costos de producción. Entonces, en lugar de un desenlace traumático, hubo una desactivación paulatina: no se renovaban los cañaverales, fue bajando la productividad, y así fue menguando el Plan Alconafta”, expuso el especialista.

Escenario incierto

Paz Brühl indicó que a inicios del nuevo milenio Brasil lanzó al mercado los primeros autos con motores flex, los que funcionan con naftas o alcohol en cualquier proporción. Con ese punto de partida, en 2006 Argentina impulsó la Ley de Biocombustibles (N° 26.093). Para evitar un colapso similar al de Plan Alconafta se contemplaron otros mecanismos de precios más razonables. “Eso arrancó muy bien y hubo un destacado crecimiento del programa: con el corte del 5% en 2010 y del 12% en 2016, pero en el medio hubo modificaciones en los precios”, señaló. Agregó que con el cambio de Gobierno, en 2017, se modificaron las políticas de precios y hubo indefiniciones, al punto de que la ley estuvo cerca de caer este año. Y aunque se aprobó en julio una nueva norma (N° 27.640) hasta 2030, la que sostiene el corte de bioetanol pero reduce el de biodiesel, el desarrollo en el sector se paralizó. “Seguimos con incertidumbres en el programa. Nadie planeaba hacer nuevas inversiones hasta saber cómo continuaba esta película”, sintetizó. Consideró que con el nuevo instrumento legal se sostienen -para la caña- las condiciones de 2018, pero no permite un crecimiento de un sector clave ante el compromiso global de la descabornización hacia 2050 (comprometida con posterioridad al Acuerdo de París). El ingeniero industrial y especialista en bioenergía, Guillermo Martínez Pulido, opinó que el sector sucroalcoholero atraviesa un escenario de cierta incertidumbre por la nueva ley, por la pandemia y por el cambio de gestión nacional. “Es un escenario para Tucumán donde no hay ganadores ni vencidos (por la nueva norma)”, indicó. En el caso de los productores de alcohol para biodiesel, tuvieron que bajar su cantidad de producción (pasó de tener un corte mínimo de 10% a 5%, con facultades para reducirlo al 3%). Martínez Pulido se desempeña en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), en el departamento de Energías Renovables. Indicó que la actual gestión nacional dio indicios de que dará importancia al desarrollo productivo de modo equitativo. “Me parece interesante cuidar el sistema y la matriz local, donde existen pequeños productores, porque eso permitirá ampliar las posibilidades. Es una manera de cuidar a los múltiples productores que hay”, expresó a título personal.

Un futuro promisorio

Con la mirada puesta hacia el mañana, Martínez Pulido consideró que es pertinente cambiar el paradigma hacia la bioeconomía, concepto que consiste en la producción sustentable de bienes y servicios a través del uso y transformación de recursos biológicos utilizando la biotecnología. En ese sentido, dijo que la caña de azúcar es un actor clave. “El cultivo ofrece muchas opciones de negocios”, planteó. Enumeró que de la caña se pueden extraer biocombustibles líquidos y sólidos (con el uso del bagazo y el rac), materia prima para la industria de celulosa y papel, alimentos, biomateriales y bioinsumos. “Teniendo esta materia prima en Tucumán, con un clima súper apto para el azúcar, es una oportunidad para los dueños de los campos, los pequeños productores y terceros que quieran invertir en biorefinerías, especializadas en distintas unidades de negocio que potencien las cadenas de valor a partir de un producto tucumano como la caña de azúcar. Hay mucho potencial porque es muy bondadoso el cultivo. Hay muchísimas líneas de negocios que se pueden explotar, pero con la aplicación de biotecnologías”, explicó. Martínez Pulido interpretó que además de una decisión política, es necesario que se incorporen actores del sector privado. “La bioeconomía tiene que ser una política del Gobierno local de aquí a los 20 años que vienen”, subrayó. Paz Brühl, en tanto, consideró que la caña es un cultivo importante para hallar soluciones de carbono neutro, aunque aclaró que actualmente es difícil competir con los hidrocarburos fósiles. Según un estudio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Argentina tiene condiciones para cultivar seis veces más de lo que se hace actualmente (380.000 hectáreas), sin afectar áreas preservadas. El ingeniero dijo en ese sentido que eso le permitiría al país tener mayor productividad y mucha más bioenergía. No obstante, señaló que la principal condición para desarrollar este potencial es generar nuevos mercados.

fuente: La Gaceta de Tucuman

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